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Intereses relacionados Ocio Entretenimiento general. Documentos similares a Si Decido Quedarme. Karen Liz. Joan Jett. CourtneyLove, a su modo demente y destructivo. Esa tal CatPower. Joan Armatrading. Es para Halloween. Ella dio una palmada de deleite con las manos jabonosas.

Compramos unos pantalones ajustados de piel de serpiente y una peluca rubia al estilo de Debbie Harry a principios de los ochenta, a la que pintamos mechas violetas. El club donde tocaban los ShootingStar estaba abarrotado. Todo el mundo iba disfrazado. Recojo mis cosas y nos vamos. Puede que incluso baile pogo contigo. Y me ha encantado bailar contigo. Y que parecieras tan a gusto con una chusma como nosotros. Necesito estar en un sitio donde la gente no se sienta triste, donde los pensamientos se centren en la vida no en la muerte.

Pero ahora reina el silencio. Echo una mirada a tiempo de vislumbrar las luces traseras de un coche rosa que desaparece en la oscuridad. Los focos iluminan la cadena de su cartera. Veo la suave figura de una mujer que emerge de las sombras. Al principio pienso que ha de ser Liz, pero luego veo la trenza. No creo que hubiera podido soportarlo. Ha sido ella quien ha tenido que hacerlo. Pero ahora que ha llegado me siento paralizada. Me da miedo verlo, ver su cara. Lo he visto llorar dos veces.

Ya puedo olvidarme de todo eso de que yo elijo. Miro el reloj de la pared. Pasan de las siete. Era una gran oportunidad para ellos. Eso me da valor para ir a su encuentro. Dentro de la UCI, todas las enfermeras dirigen sus miradas a la puerta, con ojos cansados y recelosos. Se alisa los arrugados pantalanes blancos y se encamina a la puerta. Adam carraspea e intenta recobrar la compostura. Oigo el gemido ahogado de Adam.

Alargo una mano hacia Adam instintivamente, aunque no puedo tocarlo. Pero ahora me da la espalda. Tiene los hombros encorvados y las piernas empiezan a fallarle. Kim, que esperaba junto a la pared, se acerca y lo rodea con los brazos, impidiendo que se desplome. Hay personas que prefieren la ciudad y personas que prefieren el campo. Personas que beben Coca-Cola y personas que beben Pepsi. Personas conformistas y personas librepensadoras. Y entre las chicas, las hay que tienen novios en el instituto y las hay que no.

Simplemente somos de la clase de chicas que tienen novios en la universidad. Era mayo, pero diluviaba como si fuera noviembre. Ni en singular ni en plural. Lo prometo. O al menos una parte de esa historia suya de ser el padre perfecto con pajarita que fuma en pipa.

Creo que Adam le cae bien. Se mostraba amable y cordial, pero distante. Yo sospechaba que no la consideraba lo bastante guay y eso me frustraba. Tienes muchas amigas. Simplemente no congeniamos. La amistad no se puede forzar. Fui en bicicleta a la casa de Kim para desahogarme. Y no pasa nada.

Y con eso basta. Empiezas a comportarte como una deesas chicas. No puedo atravesar paredes ni lanzarme en picado por el hueco de las escaleras. Soy capaz de tocar cosas, incluso de manipular pomos de puertas y similares, pero en realidad no siento el tacto de las cosas o las personas. Tardo un rato en divisar a mis familiares en torno a una mesa. La abuela charla con Heather.

Ya le han dado de alta —dice Kate. Por un segundo pienso que hablan de Teddy y me emociono tanto que me entran ganas de llorar. Y al parecer es bastante corriente que el resultado sea desigual. Imagino que de pronto me recupero, salgo del hospital y voy a su casa para aliviar su carga, para asegurarle que no ha sido culpa suya.

Necesito a Adam. Procuran disimular mientras intentan abrir varias puertas que dan a cuartos de suministros. Buscan a tientas el interruptor de la luz. O por conserje. Es muy puntillosa en los detalles. Lo importante es representar bien el papel. Adam niega con la cabeza. Joder me viene de golpe una y otra vez, y siempre es tan duro como la primera —explica con voz ronca. No quiero ser una carga para ellos.

Esto he de hacerlo solo. Se han visto unas cuantas veces y les cae muy bien. Le gustan los gestos ampulosos. Como el de ahorrar dos semanas de propinas para llevarme al concierto de Yo-Yo Ma en lugar de pedirme una cita normal. Ahora lo veo muy resuelto a llevar a cabo su plan. Yo tengo mis dudas, igual que Kim.

Acabas de gritarle a la cara. Menudo par de Casandras. Mi amiga frunce el entrecejo, pero acaba cediendo. Cuando enciende la pantalla, un cuadro de luz brilla en la oscuridad. Adam suspira. Hemos de idear un plan mejor. Con una sobredosis, tienes suerte si te llevan a urgencias.

Ya sabes, como hacer que se dispare la alarma de incendios para que las enfermeras huyan en desbandada. Se sientan contra la pared y guardan silencio, sumidos ambos en sus propios pensamientos, y esa imagen me recuerda cuando Adam y yo estamos juntos, pero callados y separados, y me doy cuenta de que ahora son amigos, amigos de verdad.

Al cabo de unos cinco minutos, Adam se da un toque en la frente con la mano. Mi actividad musical era solitaria. Por eso era tan interesante, por ser una actividad compartida. Primero dejas de dar recitales. Estoy pensando en probar otro instrumento.

No te imagino sin esa cosa entre las piernas. Si ni siquiera puedo tocar en la banda de la escuela en los desfiles. Es un instrumento 69 absurdo para una chica. Una completa gilipollez. Ir de compras. Y pasamos mucho tiempo.

Y no creo que nadie se atreva a llamarla gilipollas. Es el pastel de carne lo que me preocupa. Era un grupo bastante internacional. Viene gente de todas partes. Es buena, pero no va muy en serio. No tanto como para no estar a punto de dejarlo. Apenas acabar de probar el pastel de carne. Eso es precisamente lo bueno. Por eso y por su apetitosa cocina. Hacen un trabajo muy interesante.

Con el tenis ocurre algo similar. Si practicas con un mal jugador, acabas fallando bolas o sirviendo de pena, pero si te entrenas con uno bueno, de repente no cesas de subir a la red, y conectar buenas voleas.

Tampoco juego tenis. El primer intento fue lamentable. Pero Elizabeth le arrancaba un sonido limpio, puro y ligero. Bueno, ahora no vayas a ponerte chula. Fue Elizabeth. Con su color magenta, Brooke es como un sol en torno al cual giran sus admiradores planetas. Kim, por su parte, parece aterrada, como si un grupo de marcianos acabaran de invadir el edificio.

Igual que Adam, por cierto. Ella se le acerca. Debe de ser el poder de la fama. Turno para el rock and roll. Ella se lame los labios carnosos. Todo el mundo se pone serio. Kim carraspea. Probablemente funcione. Calentad motores, chicos. Decido que quiero estar junto a mi cuerpo cuando Adam consiga entrar en la UCI. Mientras esperan el ascensor, yo subo por las escaleras. Las enfermeras y los camilleros de la UCI se dirigen a la doble puerta presas de una curiosidad perpleja. La puerta no va a abrirse.

Brooke empieza a desgranar la letra de Eraser. La puerta se abre. Fuera, Brooke sigue cantando como si estuviera en el concierto para el que ha viajado hasta Portland. Ha divisado a Adam entre los invasores y ha enrojecido de ira.

Dos guardias de seguridad y dos camilleros entran corriendo. Kim me ha visto. El grito se apaga en su garganta—. Adam esquiva a las enfermeras y corre hasta mi cama. Y entonces alarga el brazo para tocarme. Pero de pronto dos guardias lo sujetan por los hombros y se lo llevan a rastras. Uno de los guardias sujeta a Kim por el codo y la conduce afuera. Ella se deja llevar sin ofrecer resistencia.

Brooke sigue cantando en el corredor. Se interrumpe al ver aparecer a Adam. Es el protocolo —responde un guardia. Yo estaba en el cuarto de suministros. Me he perdido todo el jaleo. Todos a trabajar. Me voy en busca de Adam y Kim, a los que han conducido hasta los ascensores. Me meto con ellos en uno. Espero por su bien que sea lo primero. Una vez en la planta baja, ambos guardias los conducen a empujones hasta un corredor lleno de puertas que dan a despachos oscuros. Y sus mejillas, habitualmente sonrosadas, tienen un tinte beige.

Soy enfermera titular en el Cedar Creek. No son horas de oficina. Uno de ellos la examina y se la entrega al otro, que la mira y se encoge de hombros. Ella le devuelve el abrazo y le da unas palmaditas en los hombros. Se frota los ojos y luego suelta una risa crispada. Alarga una mano y le acaricia la mejilla.

Willow ignora la pregunta. Adam se anima. Hay una enfermera mayor que la tiene tomada conmigo. No depende de ella. Adam la abraza con tanta fuerza que le levanta los pies del suelo. Willow al rescate. Willow la enfermera.

Willow, la que no acepta un no por respuesta. Willow ha venido. Era su paciente, su prioridad. Cuando me puse de parto contigo, aun tuve tiempo de limpiar la casa de arriba abajo. Venga, vamos. No estoy para conducir. Ay, joder.

Lo siento, Mia. Venga, tomemos un poco de tarta. Los Chicos Vincent — Abbi Glines. Para empezar tenemos un insta-love de esos que nos cansan tanto ya. Suanne Laqueur es capaz de construir relaciones perfectas, destruirlo todo y volver a reconstruirlo todo poco a poco y pieza a pieza. Todo en una noche — Kylie Scott. Joyas Quedare — Kerstin Gier.

A gente a la que no le importe la falta de romance absoluto en un libro y que pueda disfrutar con un suspense algo predecible. Unruly Royals — Megan Mulry. Comanche — Catherine Anderson. Aria — Miriam Dubini. Wallflowers — Lisa Kleypas.



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